Saturday, April 11, 2020

En Español: Apreciación

Mañana por Edvard Munch
Por Jivana Heyman, traducción al español de Alma Durán

Al ir despertando esta mañana—mientras salía lentamente de la bendecida ignorancia que trae el sueño, ganando poco a poco conciencia—noté que una rápida serie de pensamientos e impresiones extremas me invadían. Primero que nada, mi mente fue hacia la pandemia: esto se sintió como un golpe fuerte y seco directo al estómago. Miedo a lo desconocido y ansiedad porque sé que son muchas las historias de sufrimiento que permanecen sin ser contadas en el mundo. Además, claro, de preocupación por mí mismo y por el bienestar de quienes amo. Las emociones me afectaron fuertemente, llenándome espanto, desasosiego y ansiedad. 

Luego, el siguiente momento, un pensamiento muy distinto llegó. Acostando en la cama, noté lo confortable y cálido que estaba ahí. Sensaciones de calidez y comodidad me envolvieron. También percibí que una inmensa gratitud me llenaba totalmente. Soy tan afortunado de tener esta cama tan acogedora, un lugar seguro donde dormir, y un hogar. Una suave sonrisa nació en mi rostro.

¡Todo esto pasó en sólo un minuto mientras despertaba! Claro, esto explica porqué he estado tan cansado en las últimas semanas. Este viaje emocional por el que vengo pasando ha sido muy desgastante y me afecta mucho, a pesar de la distancia. Apenas puedo imaginar el sufrimiento físico de quienes están enfermos y el dolor que deben sentir sus familiares y amigos. Pienso en la valentía del personal de primera respuesta que brinda servicios de salud, y también en el enorme estrés emocional y físico al que están sujetos en estos momentos.

Pero luego regreso a las impresiones tan ricas que me regala mi cama calientita. Y recuerdo una poderosa meditación de Thich Nhat Hanh que leí hace un tiempo, llamada “La meditación de la ausencia de dolor de cabeza.” En esa meditación, el gran maestro de zen nos invita a detener nuestras actividades e identificar esos momentos cuando no experimentamos ningún malestar, el tiempo cuando no tenemos dolencias, cuando no sufrimos, cuando no tenemos dolor de cabeza.

Nhat Hanh nos estimula a apreciar el sentirnos bien. Que bendición el detenernos a valorar todo aquello que de otra forma daríamos por hecho: salir a cenar, dar abrazos, enseñar yoga en persona. También es una oportunidad de de apreciar todo lo que tengo: mi cama tan cómoda, granola hecha en casa, muchos capullos listos para florecer en las plantas que crecen en mi jardín.

El ejemplo personal de Thich Nhat Hanh, quien practicó la paz en el contexto de la Guerra de Vietnam, puede guiarnos en este presente tan desafiante que estamos viviendo. Él experimentó el sufrimiento y el dolor de su país, transformando esas vivencias en un mensaje de paz- tanto interna como externa- que ha compartido con todo el mundo. Nos enseñó cómo encontrar armonía dentro de nosotros mismos, aún y cuando a nuestro alrededor el mundo esté lleno de aflicción y adversidad. Él nos dice “Algunas veces tu dicha es la fuente de tu sonrisa, pero otras veces tu sonrisa puede ser la fuente de tu dicha.”

Cuando nos enfrentamos a lo sombrío y al miedo, sonreír es un acto de valentía, especialmente si me permite sonreír a mi esposo o a alguien a quien trato de evadir al caminar por la calle. Al reconocer y valorar las pequeñas cosas que alegran mi corazón y que me ayudan a cultivar la paz interior no estoy cayendo en lo que comúnmente se llama en inglés “spiritual bypassing,” o sea, el mal uso de la espiritualidad para evitar reconocer emociones y evadir responsabilidades. Meditar me resulta difícil en este momento. Aunque se siente como regodearse en la preocupación, sé que al meditar estoy creando espacio para que otros pensamientos surjan a flote. Espacio para identificar esos momentos cuando no tengo dolor de cabeza, o cuando no siento miedo, y a partir de los cuales puedo elegir el sonreír.

Animarme a mi mismo de esta forma es una parte importante de mi práctica. Viviendo en cuarentena con mi familia puedo sentir el surgimiento de la frustración y la impaciencia, y me doy cuenta de cómo tengo la tendencia a descargar mis emociones en quienes están cerca de mi. La práctica del yoga me brinda un espacio, me ayuda a cultivar un amplitud, donde puedo procesar mis sentimientos. Este es un servicio esencial no solo para conmigo mismo sino también para con quienes me rodean. Me permite, además, ayudar a otras personas de varias formas–¡especialmente porque no le estoy dando dolores de cabeza a otros!

Si existe esa amplitud, si puedo llevar a mi mente a reconocer la seguridad que brinda mi grata cama, estoy en condiciones de poder ofrecer mas apoyo a mi familia, amigos, estudiantes y comunidad. Al permitirme sonreír comparto tanto la paz como el dolor que implica recorrer este camino por el que ahorita vamos juntos. Mi sonrisa se convierte en un portal desde donde puedo compartir lo mejor de mi con el mundo.


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